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AZUL


Y si me preguntaran qué había en tu corazón, todo mi pensamiento quedaría suspendido en lo que no encontré. En las cosas que en tu mirada no pudieron habitar. Te quedaste tan solo, así, con toda tu firmeza, desde tu presencia sin aristas, impenitente, recio. Allí, recogido para siempre en la perfección de los tiempos, de lo perfecto, sin darle una puerta de entrada a lo torcido, a todo aquello que nos sorprende y descoloca la mirada. Pienso en todas las cosas que encontramos en el camino, en todas aquellas que no pudimos recoger porque se necesitaban ojos para verlas, para poder asirlas. Y mis ojos, eran poca mirada. Se necesitaba la mirada de dos.

Vivíamos en el mismo espacio, nos rodeaban las mismas cosas, y sin embargo cada uno atrapaba su mundo y sus ideas desde la divergencia del otro, y el encuentro se nos presentaba como un sobresalto. Aprendimos a ser esos seres imprecisos, soberbios, aislados. El encuentro entre nosotros siempre fue sobresalto, desproporción, y olvido.

Hubiera querido decirte tantas cosas, sin embargo a tu lado mi voz siempre fue muda. Ausencia de sonido. Sólo podía mirar, intentar asir lo poco que tu presencia regalaba. Y me quedaba mecida en esas cosas pequeñas, y mi grito no lo podías oír. No lo querías oír. Grito que hablaba de horizontes, de búsqueda, de navegar océanos. Dejarse llevar por ese azul que nos arrastra. Dejarse arrebatar por una pasión, la de vivir. Pero tu no veías el azul, ese azul tormenta que a mi me arrebataba la calma. Y perdida mi calma se perdía la tuya, a mi lado perdías esa estabilidad en la que siempre te habías movido. Siempre me viste imperfecta. Y sí, así vivo. Instalada en las imperfecciones que me conforman, en ese anhelo de ir en busca del azul.
Yo aún hoy me pregunto si alguna vez te ha sucedido, si te has dejado arrebatar así, como hipnotizado; atravesado por el laberinto del azul.

(…)

“Estamos casi siempre en silencio porque hemos empezado a enterrar lo que pensamos, muy hondo, en lo más profundo de nosotros. Después, cuando volvamos a hablar, diremos sólo cosas inútiles.

Antes te decía todo lo que se me pasaba por la cabeza. Ya no. Se me han quitado las ganas de contarte cosas. Lo que voy contando, me lo cuento un poco a mí mismo y luego lo entierro”.
Natalia Ginzburg