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LA ROCA ANTE TI


Eso pretende la envidia: suplantar lo que está por encima de su capacidad de amar, de su voluntad de ser. Y cuando no puede, su esfuerzo se concentra de manera enfermiza en acabar con la excelencia.

No dejaré que la envidia se pose sobre los seres que más quiero. No dejaré que nada destruya su mundo de certezas, su mundo de sonrisas. Si te acercas a los míos me encontrarás firme, no dejaré que jamás tu mirada cetrina y sibilina se pose sobre la mirada de quienes más quiero. Y esto ocurrirá siempre. Aquí y allí. No podrás evitar que mi espada de acero se pose sobre tu presencia. Te irás, eres incapaz de soportar tanto corazón. Sólo hay destrucción en tu mirada. Y te quedarás en esa soledad de vacío, que no es sonora, que no tiene alma. Esa tu soledad. Te quedarás ahí, pudriéndote en tu soberbia, en esa mirada tan poco transparente que tienes. Mirada sin alma. Perdida para siempre en ella el tono de la risa. No tendrás arrestos para dejar nacer la carcajada espontánea, la risa flotante, y el llanto tranquilo de quienes se rodearon siempre de generosidad. Tú no vales nada.

Triste oración por ti, siempre. Por todo lo que te has perdido. Por todo lo que destruiste a tu paso, pero que no murió del todo. Grande es el alma de la generosidad, que siempre renace. Y tú te quedas ahí, tan triste… tan inequívocamente consumida en tu desgracia.

Sí, ahí está, una triste mirada por tu alma. Siempre.

(...)

"Mi sentido de la realidad y de los hechos es demasiado ajustado para permitirme ficciones. Lo veo todo con total claridad. Esto es mi salvación. Esto es lo que da a mis sufrimientos constante estímulo y vida. Esto es lo que me permite expresarme con autoridad, incluso cuando callo...

... después de mis más duros desastres, me levanto, doy media vuelta y cambio. Las piedras rebotan en la coraza de mi cuerpo musculoso y tenso. En este empeño, envejeceré".
Virginia Woolf.