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OLVIDO


Sin querer he olvidado tu nombre. La memoria dejó de ser persistente. Esa, que parecía imposible de ser rendida, se ha rendido sin lucha. Sola. No queda recuerdo de lo que supimos. De aquello que caminamos un día. El olvido llega silenciosamente, cuando te quieres dar cuenta, ya no recuerdas.

Se me ha olvidado el olor de tu presencia, la realidad de tus desvelos, la sonoridad de tu voz. Mi presencia ya no te echa de menos. Y es curioso, no recuerdo desde cuándo. En qué momento nació el olvido. Desde qué instante dejaste de habitar en mi recuerdo. Ni por qué motivo el baúl de la memoria dejó que te aislara, que te fueras para siempre.

Hoy siento el tacto de la libertad. Es azul. Las alas de la imaginación se tienden hacia el vuelo reconquistado. No sé en qué momento nació este vuelo. Sólo soy consciente de estar volando ya, pero no sé en qué día elevé la mirada. Altitud. Serenidad. Constancia. Cimas sobrepasadas.

Perplejidad ante la cima anhelada, esa que ahora dejamos atrás, esa que no sé sabe en qué momento comenzó a ser olvido. Sorpresa ante lo que está por venir. Navegando en el no deseo. Ya no se desea nada.

Sin querer, he olvidado tu nombre. Ya no recuerdo la luz de tu mirada. No sé cómo era, si de luz u opaca, si cálida o fría. Blanco. Neutro. Firme. Permanezco y sigo en mi vuelo. Sin saber. Sin ninguna certeza. Equilibrio. Serenidad. Y no sé, no sé desde cuándo ya no recuerdo tu nombre.


(...)


Las cosas acaban encontrando su sitio más tarde o más temprano, aunque a veces lleven un periplo extraño hasta que llegan a acomodarse. Y sin embargo, nada ocurre por casualidad.
Carmen Martín Gaite.