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VENTANAS


Levantó la vista, alzó la mirada y dejó descansar sus ojos en el cielo nuboso que asomaba por la ventana. Se puso de pié, dejó el libro que estaba leyendo sobre la pequeña mesita auxiliar y reposó su cuerpo sobre la ventana. Llovía continua y serenamente. Y pensó que sus ojos eran como esa ventana; una salida de sí misma, una búsqueda de lo exterior para poder sostenerse mejor por dentro. Aletargada, se sentía caer por dentro. Abrió la ventana y se apoyo en el alféizar; pudo sentir la brisa húmeda de ese día de lluvia. Todo caía lento ante sus ojos. Todo.

Pensó en las historias que se acumulan, en todo lo que no ha sido llorado aún lo suficiente. En las ausencias y en las presencias que sin saber cómo, enmudecen su palabra. Historias no terminadas. Ella sólo hubiera querido dormir. Habitar su silencio. Sentir el latido de las palabras que nunca han sido dichas, que guardan en el eco su silencio de dolor, su silencio no llorado. La brisa húmeda de la lluvia le dejó cierto respiro.

Volvió ensimismada sobre la lectura. Incapaz de salir hacia fuera, se mecía en los adentros de un libro. Pensó en cuántas veces la lectura había sido esa especia de tabla salvadora, ese pequeño madero al que asirse en días de tormenta y mar, cuando su alma sólo era un pequeño naufrago sin norte. Un libro solo. Un libro a solas.

Y dejarse llevar. Eso es lo único que podía hacer. Dejarse llevar por párrafos asidos a su alma. Y el alma así, tan quieta. Sin querer casi respirar. Había llegado la primavera.


(...)

"El corazón no es fuego. Es como un espacio que dentro de la persona se abre para dar acogida a ciertas realidades. Lugar donde se albergan los sentimientos inextricables, que saltan por encima de juicios y de lo que puede explicarse."
María Zambrano.