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APARIENCIAS


A veces se nos queda en la mente un personaje incómodo. Se queda a reposar en nuestro pensamiento. No sabes muy bien por qué ha venido, qué lugar quiere ocupar, pero sabes claramente que está ahí. Empiezas a evadirte de él. Su presencia te molesta. Buscas la puerta de salida, el camino que te aleja de él; buscas no tener que darle rienda suelta a su mirada. Es incómoda la mirada de algunos personajes. No sabrías cómo contarla, ni siquiera cómo decirte a ti mismo que sus ojos son estos, y su vida aquello. Hay personajes de los que necesitas huir, de los que quieres mantenerte lejos porque no entiendes su estela, ni la manera en cómo su mirada se posa sobre las cosas, sobre las personas, y tampoco te gusta el sonido soberbio de su risa. Porque algunas cosas, algunas cosas sobre su persona las sabes, las reconoces bien. Por eso te quieres ir de su lado. Quieres que su sonido se quede en la sombra, lejano; pero esa sombra te persigue. Te asalta en cualquier segundo, en cualquier rutina, por muy trivial y simple que sea ésta y por más sencillez que le pongas a tus horas. Hay personajes que te atropellan.

Acostumbro a ponerle nombre a los personajes que un día se presentan con cualquier disculpa; un gesto, un sonido, el llanto o la risa... Pienso que si cada uno de ellos tiene un nombre, se quedará más tranquilo, que se mantendrá silencioso a la espera de que su presencia pueda ser contada; hasta que pueda ser incluido en la trama de cualquier historia. Historia a la que él, antes que tú, ya sabe que pertenece. Pero tú no lo sabes, y necesitas desasirte de él, está ahí y te estorba.

Me pregunto dónde acabará Leonor. Ese personaje de olvido y rencor que últimamente aparece en muchas cosas, en pequeños detalles en los que insistente, viene a posarse. Ayer la pude ver mientras daba un paseo por la orilla del río. Parecía un personaje triste, solitario, necesitado de mirada y sin ilusión; pero las apariencias sólo son eso. Apariencias. A saber qué esperanzas estarán escondidas en su corazón, qué incoherencias y desatinos serán los que descubran su alma alegre, su mirada espontánea. La mirada así, impetuosa, es la que más se equivoca, es como los gestos de los niños. Leonor una vez fue niña, eso lo sabes cuando la miras. Y en lo más recóndito de sus ojos sabes que aún lo sigue siendo. Que su rictus enojado y soberbio, tan sólo es apariencia. Se empeña en esconder sus errores sin intuir tan siquiera que en ellos habita esa nobleza que su alma tiene. El rictus de Leonor sólo es apariencia, nada más que apariencia.

Estos personajes tienen algo de persona, algo que nunca llegas a saber muy bien. Al igual que nosotros, se esconden en el misterio que siempre tiene toda apariencia. Así que, cuando te encuentres con alguno, sé cauto; no te dejes engañar. Piensa necesariamente que la apariencia sólo habita en la superficie, que nunca es profunda. Que los colores de los adentros tienen que ser aún descubiertos, y que por mucho que nos parezca inútil, es necesario hacerlo.

(...)

"Oh, ángel de la severidad,
no soy un embustero,
y no te pido nada.
Quisiera hallar de nuevo tus ojos tan severos
que tú, dedes hace tiempo, diriges a otro lado,
y la piedad, oh, ángel, llega demasiado tarde,
pero desde el mar de montañas donde hasta
la más salvaje fiera calla,
desde los desiertos que el mar en llamas del sol
ya no puede quemar,
con leve paso ileso
habrás de regresar para abrazarnos
como hermanos."
Annemarie Schwarzenbach.