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FLORES Y ROCA


Hoy quisiera poder tener entre las manos aquel ramo. Poder tocar y acariciar cada una de sus hojas, cada una de las flores que lo construían. Hoy, si pudiera, volvería a depositar en el mismo lugar aquel ramo. Ante aquella roca de silencio y de dolor. Hoy, cuando ya sé el valor de cada flor, el significado de cada hoja, y que la elegancia de sus formas son un misterio, hoy, quisiera poder volver a sostenerlo. Acariciarlo. Verlo. Sentir el conjunto que sólo su color es y fue siempre, y saber de su presencia ante aquella silenciosa y sólida roca.

Quisiera poder ver su estampa ante mis ojos nuevos, y llorarlo, llorarlo aún más, una y mil veces. Y quisiera una imagen de aquel pasado que tuviera su mismo sonido, su mismo significado, su necesaria grandeza. Generosidad y dolor. Alma y profundidad. Soledad y silencio. Allí estaba todo. En cada una de esas flores. En la solidez de la roca en la que fueron a posarse. Un ramo sobre una roca, era eso. Sólo era eso, y en esa pequeñez, mis sentidos.

Estoy en un coche, un coche que viaja a ritmo constante y rotundo, ante una carretera infinita que no tiene objetivo. Un camino que no termina, un camino solitario y de plenitud. Me observo viajando, y a través de la ventanilla del coche, me dejo arrastrar por un paisaje que amanece. Es la hora del alba. El paisaje es de un cielo rosa, y mi mirada de azul marino. Y aunque el pasado ya no existe, siempre llevo conmigo aquel ramo. Aquel que ya nunca volví a ver. Aquel que sobre una roca, descansa su silencio y su necesidad de reposo.

Nunca miro el futuro, para mí sólo hay presente. Un presente que me lleva irremediablemente a esta carretera de mil destinos diferentes. Pero aún hoy, en que mis pasos tienen un semblante rotundo, aún hoy, querría para mí el sonido de aquel ramo, de cada uno de sus colores, y el sonido del momento en que fue colocado ante aquella roca de silencio. Una roca que nunca fue olvido, que generosa, tuvo a bien ser un destino; destino de significado y sentido.

Y hoy, por un segundo, quisiera poder tener aquel ramo sobre mis manos. Sólo por ese segundo de belleza, volvería a los ínferos del pasado. Luego, volvería de nuevo a dejar el ramo sobre la roca. Y ante ese destino de silencio que hoy sostiene mi mirada, volvería a despedirme. Y ante ese silencio que es rotundo y que permanece lleno de orgullo, hoy, volvería a bajar la mirada ante ese ramo, y ante la roca que aún lo sostiene. Hoy, volvería de nuevo a estar allí. Al lado de aquella roca, la roca que nunca fue olvido.


(...)

"Y sin embargo todos aquellos que pasaron hace tanto tiempo están entre nosotros como proyecto, como un cargo a cuenta de nuestro destino, como sangre que bulle y como ademán que se alza desde las profundidades del tiempo."
Rainer María Rilke